viernes, 5 de junio de 2015
ÉTICA MINIMA
Pretender buscar una ética mínima que implique una normatividad dirigida hacia la búsqueda de comportamientos mínimos comunes en los diferentes ámbitos sociales en el mundo, es una necesidad inocultable y natural que está orientada, en gran medida, por la falta de tolerancia hacia lo que no hace parte de nuestra cultura. (Entiéndase que se hace referencia a la intolerancia de cada una de las culturas existentes en el orbe frente a las demás en este aspecto en particular). El asunto tiene que ver más con el deseo general de encontrar una mejor comunicación y entendimiento en un mundo global que así lo exige, que en crear solamente un reglamento o un libro de normas de comportamiento general para formar ciudadanos ejemplares. Según algunos autores, sin un consenso ético, sin un mínimo de valores y actitudes básicas compartidas, será difícil que funcione el orden económico y jurídico que todos los Estados pretenden establecer. La búsqueda en la que se enmarca lleva hacia el hallazgo de aquello que es común a las diferentes sociedades y que va a hacer más amigables las inevitables relaciones con los demás. En todas las culturas y en todas las civilizaciones se han dado normas éticas y valores asumidos por sus correspondientes miembros, cuyos contenidos varían, a pesar de inspirarse en un principio ético común. Es precisamente en esta delgada línea,donde se hallan diferencias de forma,pero también se soportan los elementos comunes de su esencia, que en definitiva da impulso a la idea de lograr el entendimiento de las sociedades y sus necesidades básicas compartidas a través de una ética mínima. Como se ha visto en el desarrollo de este artículo, en diferentes momentos históricos se ha argumentado en favor y en contra de la necesidad y de la posibilidad de exigencias éticas válidas para todo el mundo. Hoy, la reflexión sobre la necesidad de una ética mínima compartida o universal es consecuencia de la dualidad en la que se mueven las sociedades humanas; una de estas se refiere a la re afirmación de lo propio, de su identidad que las hace únicas, y obviamente dirigida hacia lo interior; y la segunda, el incremento de
relaciones externas o globales, requerida cada vez con más urgencia por el mundo social transnacional e impulsado por lo tecnológico.
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